Contra uno
By Jesús R. Velasco | Published on March 30, 2020
Documents
- E de la Boétie, Discurso
- Cappelli, Gros Populas
- Revel, Lefort & Dante
- Marilena Chaui, Contra a servidão voluntária
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Cuando empezamos nuestra conversación sobre las inquisiciones, antes de la pandemia, leímos un pequeño texto de Michel Foucault, “¿Qué es la crítica?” Es el texto de una conferencia que dio ante una asociación de filósofos franceses con sede en la École Normale Supérieure. Foucault no se consideraba a sí mismo filósofo ni historiador. Y no hace falta que seamos nosotros quienes le demos un título o una disciplina. Lo que le interesaba explorar, decía él en una de sus primeras lecciones en el College de France en 1970, eran las características del derecho penal, sobre todo en el siglo 19 –en Francia, por añadidura. Pero por supuesto, sus trabajos desbordan ese propósito, aunque siempre hay un camino abierto hacia ese tema central, el carácter político del derecho penal, y su increíble emergencia en las grandes codificaciones del siglo 19, que perduran hasta nuestros días en gran medida.
Aquella conferencia sobre la crítica la dio en 1978, cuando su investigación había abierto múltiples caminos nuevos. En esta conferencia ofrece varias definiciones de lo que es la crítica, pero una de ellas es esta: la crítica es el momento en que alguien rechaza ser gobernado de esta manera. La definición puede ser opaca, pero él la aclara: toda forma de gobierno implica una manera de hacerlo, un modo de gobierno, y es ese modo de gobierno el que la crítica rechaza. Es, dice él, una inservidumbre voluntaria. Es decir, es justamente lo contrario de la servidumbre voluntaria, es la voluntad de no servir. De no servir en absoluto.
No servir voluntariamente. Ese es el tema central del tratado de Étienne de la Boétie que tenemos como lectura esta semana. Es un texto con una historia complicada, en la que el papel efectivo de su gran amigo, Michel de Montaigne, no está del todo claro. Al principio se publicó en pequeños extractos, tras la muerte de Étienne de la Boétie (murió con 32 años en agosto de 1563, posiblemente a causa de la tuberculosis). El primer extracto, que de hecho contiene las tesis mayores de Étienne de la Boétie, se publicó en 1574 en el Reveil-Matin des Français et de leurs voisins (El despertador de los franceses y de sus vecinos), que se puede encontrar en Gallica si alguien lo desea.
Una tesis ¿sencilla?
La tesis del tratado es más o menos sencilla: el tirano tiene los pies de barro, y si se mantiene en pie es porque no somos capaces de decir no y, en lugar de ello, le servimos voluntariamente. Bastaría con que dejáramos de servir, con que dijéramos no, para que el gigante se cayera bajo su propio peso. Fácil, quizá, pero imposible también.
De hecho, el Discurso no es solamente el producto de una época o de una tesis. Si así fuera, no representaría ningún enigma. Y es un enigma. Es un enigma de tales proporciones, que las personas que se han acercado a este texto no han parado de interpretarlo y de subordinarlo a una manera de pensamiento político desde prácticamente el momento de su composición –o, al menos, el momento en que fue publicado por primera vez en fragmentos amputados al original. El Discurso ha estado activo desde entonces, y sigue estando activo. Por un lado para quienes han visto en él la necesidad de pensar la teoría y la acción políticas; por otro lado, para quienes han trabajado denodadamente para colocarlo en el interior del contexto en el que fue producido, como un objeto retórico que se explica fundamentalmente en tanto que ejercicio o intervención ante una serie de hechos políticos. En un artículo reciente, uno de los estudiosos del Discurso, Guido Cappelli, manifiesta no sólo las contradicciones de la crítica, sino también las propias contradicciones de un texto que se fundamenta en premisas indemostradas [1].
Así que los estudios sobre un texto como este no resultan ni mucho menos una balsa de aceite. Al contrario, la propia teoría política, la historia, la filología o la teología usan el Discurso como uno de los campos de batalla. El filósofo francés Miguel Abensour, un joven de 34 años por entonces, en su introducción a la edición del Discurso hecha en 1976 (cuya traducción al español es la que tenemos como referencia para esta clase) ensaya una historia de la recepción y la crítica de este texto hasta ese año de 1976, terminando, por supuesto, con las lecturas de Claude Lefort y Pierre Clastres, por entonces 52 y 42 años respectivamente. En 1976, estos tres filósofos que entran en diálogo sobre el texto de Étienne de la Boétie constituyen también tres aproximaciones diferentes al anarquismo como forma política.
Con respecto al texto de Étienne de la Boétie no existe –no debe existir– la neutralidad. La filología o el historicismo se plantean también como formas de la neutralidad, de una neutralidad científica. Pero precisamente Guido Cappelli, historiador y filólogo, demuestra muy claramente esa imposibilidad de neutralidad. La lectura y la escritura del Discurso son rizomáticas: retórica y semántica son elementos de análisis cruciales para entender el marco de historia política y de teoría política en las que tiene lugar el texto original. Étienne de la Boétie es, cuando lo escribe, un estudiante de derecho, y procede de una familia de la burguesía más acomodada, con cargos en los gobiernos locales. Él mismo será juez, y, como dirá su amigo Michel de Montaigne, es, siempre ha sido, hombre de orden, ciudadano respetuoso de la ley. La retórica de este texto, señala Cappelli, no es la retórica del anarquismo socialista, ni la del liberalismo democrático, sino más bien la de las oligarquías urbanas, que históricamente han sido antagónicas al exceso de poder económico y jurisdiccional de la monarquía.
La cuestion es, entonces, que una tesis del pasado es también una diana móvil, una tesis en movimiento. Ha sido propuesta en un momento determinado bajo ciertas circunstancias. Estas circunstancias no son, ni mucho menos, las condicionantes que llamamos a veces “el contexto”. La tesis es relevante no porque responde al contexto, sino más bien porque lo crea, lo inventa como si fuera nuevo, lo transforma.
Leer y no leer
La pregunta que siempre nos persigue es si estamos de acuerdo o no con unos versos del poeta valenciano Ausiàs March. En uno de sus poemas dice lo siguiente:
- Del temps present no·m trobe amador,
- mas del passat, que és nores e finit.
- D’aquest pensar me sojorn e·m delit,
- mas, quan lo perd, s’esforça ma dolor. [2]
Que traduzco, torpemente, a continuación:
- No encuentro amor por el tiempo presente,
- sino por el pasado, que, terminado, no es nada.
- Con este pensamiento encuentro algún deleite,
- cuando lo pierdo, mi dolor es más fuerte.
O sea, la pregunta que surge de la lectura de Ausiàs March es si en efecto el pasado es nada y ya está terminado, y sirve como refugio del presente. Es una pregunta de plena actualidad, y lo es en particular para nosotros. Lo es, por supuesto, para todas las lecturas que hacemos, y lo es para el Discurso.
Dejadme que cite aquí unas palabras de la filósofa francesa Judith Revel, en un texto en el que comenta la lectura que Claude Lefort hizo hace más de veinticinco años de un texto crucial de Dante sobre la monarquía (De Monarchia). Revel dice:
“What the present enables us to think, and what the historicization of the enquiry —whether it is philosophical, philological, political, or sociological— gives us the means to understand, is the specificity of a configuration which is both produced by its own historical conditions (which need to be described) and irreducible to an overarching interpretation given in advance.” (92)
El análisis de las condiciones históricas de producción de un hecho no pertenece solamente al instante en que el hecho se produce, ni esas condiciones son inamovibles. Ese análisis no predetermina ni establece para siempre el sentido de un producto cultural o filosófico (o científico) de una vez y para siempre. Al contrario, el presente nos obliga a pensar nuevamente el pasado, a, conociendo el modo en que el objeto de pensamiento se produjo, poder ponerlo ante nuestros ojos, con su plan conceptual y analítico, para contribuir a nuestra propia búsqueda en la respuesta de las preguntas del presente. El pasado es algo, no ha terminado del todo, y es cualquier cosa excepto un refugio en el que ocultarse de la urgencia del presente. El pasado nos proyecta de nuevo hacia el presente, no para establecer paralelos o analogías, sino para, con conceptos, ideas, frases, estilos, formas, preocupaciones, ofrecernos un poco de luz en la oscuridad del presente. Esto no es ser presentista, sino contemporáneo/contemporánea.
Servidumbre voluntaria
Sea como fuere, es precisamente la capacidad de este libro de extender un campo de batalla lo que cuenta. El pensamiento no puede pararse desde el momento en que Étienne de la Boétie pone en escrito ese concepto de servidumbre voluntaria. Independientemente de lo que él pudiera pensar, de lo que otros de sus contemporáneos pudieran pensar, o de lo que la historia del pensamiento político haya podido debatir, el gran, inmenso hallazgo de Étienne de la Boétie es poner esas dos palabras juntas y lanzarlas al futuro: para imaginar, desde el pasado, cómo se construye el futuro.
Notes
- Él dice axiomas, pero en realidad ningún axioma necesita de demostración, así que supongo que quiere decir premisas[↑]
- “Així com cell qui en lo somni·s delita / e son delit de foll pensament ve, / ne pren a mi, que·l temps passat me tél’imaginar / que altre bé no hi habita. / Sentint estar en aguait ma dolor, / sabent de cert que en ses mans he de jaure, / temps d’avenir en negun be·m pot caure: / aquell passat en mi és lo millor. // Del temps present no·m trobe amador, / mas del passat, que és nores e finit. / D’aquest pensar me sojorn e·m delit, / mas, quan lo perd, s’esforça ma dolor, / sí com aquell qui és jutjat a mort / e de llong temps la sap e s’aconhorta, / e creure·l fan que li serà estorta / e·l fan morir sens un punt de record. // Plagués a Déu que mon pensar fos mort / e que passàs ma vida en dorment! / Malament viu qui té lo pensament / per enemic, fent-li d’enuigs report, / e, com lo vol d’algun plaer servir, / li’n pren així com dona ab son infant, / que si verí li demana plorant / ha tan poc seny que no·l sap contradir. // Fóra millor ma dolor soferir / que no mesclar poca part de plaer / entre aquells mals, qui·m giten de saber / com del passar plaer me cové eixir. / Las! mon delit dolor se converteix; / dobla’s l’afany aprés d’un poc repòs, / sí co·l malalt qui, per un plasent mos, / tot son menjar en dolor se nodreix. // Com l’ermità qui enyorament no·l creix / d’aquells amics que tenia en lo món / e, essent llong temps que en lloc poblat no fon, / per fortuit cas un d’ells li apareix / qui los passats plaers li renovella, / sí que·l passat present li fa tornar; / mas, com se’n part, l’és forçat congoixar, / lo bé, com fuig, ab grans crits mal apella. // Plena de seny, quan amor és molt vella, / absença és lo verme que la gasta, / si fermetat durament no contrasta / e creure poc, si l’envejós consella.” Y aquí tenéis una grabación moderna con música moderna de Raimon: https://www.youtube.com/watch?v=Qh4jHZXfeM4[↑]