Morsas, elefantes, tímpanos
By Jesús R. Velasco and Fernando Bracaccini | Published on March 26, 2020
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Estas notas que vais a leer a continuación tienen un elemento en común: nuestro agradecimiento a todas las personas matriculadas en este curso, por vuestra increíble capacidad de resistir este momento tan extraño y, para decirlo todo, tan duro. Vuestras respuestas, vuestros emails, vuestra capacidad de continuar, vuestra inteligencia es una gran inspiración tanto para nosotros (firmamos esta nota tanto Fernando como Jesús, pero perdonad si a veces se nos escapa la primera persona de singular gramatical). Así pues, en estas notas vamos a comentar y responder a algunas de vuestras interacciones y de vuestras ideas –tal vez incluso algunas de vuestras preocupaciones.
Algunas de estas preguntas o comentarios han sido también una inspiración para nosotros, porque nos han dado material para la reflexión. Para pensar cosas que quizá dábamos por supuestas, preguntas que no nos habíamos hecho nosotros mismos. Así que en algunos casos nos han dado ocasión de hacer una pequeña investigación.
Marfil
Pero, ¿de dónde procede el marfil del que están hechos estos objetos de marfil? Claro, teníamos una idea bastante aproximada del mercado de marfil que ha sido una constante en Europa, Asia y África desde la antigüedad. Hay objetos de marfil que se remontan a varios centenares de años antes de la era común. La Palas Atenea crisoelefantina de Fidias para el Partenón (también llamada, por eso, Athena Parthenos) es casi el epítome de este trabajo en marfil, tanto por su importancia histórica y mítica como por sus supuestas dimensiones (adjuntamos una “reproducción” de esta escultura hecha para el Partenón de Nashvile, TN).
Pero hemos estado leyendo un poco de investigación reciente sobre el comercio de marfil en la Edad Media. Es un comercio “global”. Adjuntamos dos artículos en pdf, ambos bastante brillantes, acerca del uso de marfil elefantino (tanto africano como asiático) y el uso del marfil de morsa, con algunas notas sobre el uso del marfil de mamut, en períodos de deshielo o de cambio climático. Las relaciones entre el área circumpolar (los cazadores de morsas o narvales), por un lado, y los talleres de marfil en China, Persia, Turquía, París o Castilla, parecen parte de un sistema de producción, exportación, importación y venta que nos permite ver un poco las historias conectadas entre esos tres espacios continentales.
Ese marfil no es solamente del fin del mundo, sino también de los confines del mundo. Para llegar a las manos de quien lo poseyó fue necesario que se cazaran elefantes, que remeros groenlandeses se lanzaran quince días al mar para cazar morsas, que las morsas se extinguieran en Islandia, que se retirara la parte exterior del diente y se llegara a donde está el verdadero marfil, que hubiera cambios climáticos, que hubiera vida y muerte. Ese marfil es lo que queda después de que hayamos olvidado todo lo anterior. Pero nosotros podemos recordarlo a través de la investigación en las humanidades.
Tímpanos
El tímpano de la Abadía de Sainte Foy de Conques, Aveyron, Francia, estuvo antes en el interior de la iglesia, pero desde el siglo XV está en la entrada principal, es decir la fachada orientada al oeste. Es lo primero que ven los feligreses al entrar en la iglesia, pero no siempre ha sido así. También en la fachada occidental, en la puerta principal, está el tímpano del juicio final de Notre Dame de París, creado entre 1220 y 1230, pero modificado varias veces en los siglos 18 y 19. También ocupa un lugar central, y, como el de Sainte Foy de Conques, está basado en el evangelio de san Mateo 25:31–45. El de Saint Lazare, en Autun, Francia, está en el interior del portal de la entrada, en la fachada occidental.
Todos ellos son los que habéis traído en vuestros mensajes, en vuestros recuerdos de algo que tal vez no estaba en vuestra memoria pero que ahora lo está inevitablemente. Es la visibilidad de la tragedia, o de la comedia, es difícil de saber, que será el juicio final. Tragedia para unos, prometen los textos sagrados, comedia eterna para otros. Una comedia, a decir verdad, divina. Ahí está, esculpida en placas de piedra (piedras que a su vez fueron canteadas en canteras de lugares diversos, que fueron compradas por artesanos de talleres, y reenviadas a sus lugares definitivos, donde los arquitectos habían proyectado que se exhibieran al público), escrito en piedra, como si fuera para siempre. Para el recuerdo cotidiano de quienes entran por el oeste a la iglesia, mientras la luz del sol, tal vez, ilumina el altar desde el este, el oriente –oriente y origen tienen la misma raíz léxica, son la misma palabra.
Y junto al recuerdo del juicio final, tantas otras historias, como las de Beowulf, otras mitologías, otras religiones ahora juntas con esta, que las fagocita y digiere con dedicación. Las narraciones son solidarias las unas de las otras, y expresan, junto a la historia central inamovible, la sorpresa, la emoción, el dolor, los afectos, a través de los gestos y movimientos –ahora petrificados– de aquellas personas que murieron y ahora se ven obligadas a resucitar en cuerpo y alma para el juicio final.
Un tímpano que no está aquí, sino allá lejos en Camboya. En este relieve, tras la batalla de Kurikshetra que inaugura el kaliyuga o la era de la destrucción, Vishnu, encima de su avatar, la tortuga Kurma, da órdenes a los asuras y a los devas que, usando la serpiente Vasuki, batan el océano de leche (Khsir Sagar), para mantener el cómputo del tiempo. El principio y el final están en esa alianza entre demonios y dioses para mantener el tiempo, mantener el calendario, continuar con una vida frágil, vulnerable.
Ayer u Hoy
Ayer se parece, de repente, al advenimiento del hoy. ¿O es que hoy es ayer de nuevo? ¿es otra vez la conciencia de la fragilidad? ¿es otra vez la sensación de que el tiempo se acaba? ¿es la rara idea de que el modelo de existencia que habíamos elegido no era tan sólido como pensábamos? El fin siempre estuvo cerca. Aquí mismo, al otro lado de nuestras decisiones. Somos, todas y cada una, todos y cada uno, agentes de la historia. Nos toca elegir los símbolos, los recordatorios, las respuestas a la pregunta “¿Cómo vivir bien?”, y ¿qué significa vivir bien? Las humanidades ofrecen respuestas a esta pregunta. Pero no una respuesta. Muchas, constantemente. Y lo difícil es recordar cuál es la que nos importa, después de haberlo olvidado todo.
Gracias.