Berceo y los Signos
By Jesús R. Velasco | Published on March 19, 2020
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- Capuano, Signos y Arte
- Navarro, Precisiones literarias
- Marchand, De los signos
- Pensado Tomé, Los signa
- Roland, Los números
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Hay varias ediciones de los Signos de Berceo. La que figura en el vínculo relativo a este artículo es la que hizo Michel Garcia (profesor de la Universidad de Paris III, Sorbonne Nouvelle, que también fue mi director de tesis en París) en el año 1992. Está basada en la copia de Diego Mecolaeta. En otro de los vínculos se puede leer el texto de los Signos en relación con sus fuentes de inspiración, y acompañado de una estructura que facilita el estudio de la obra.
Quizá lo más importante para nosotros de esta obra de Berceo es que está escrita en castellano, en una época en la que la mayor parte de las obras de este tipo se escribía en latín. Según dice Berceo, lo que va a escribir está basado en un tratado de san Jerónimo; esta afirmación es equívoca, porque en realidad esa idea existe en la obra que es la verdadera fuente de Berceo, en la que el autor dice en latín “Perlegens Jeronimus libros Hebreorum”, es decir, “Jerónimo, investigando entre los libros escritos en hebreo.” En suma: Berceo escribe en castellano, dice traducir a Jerónimo, pero en realidad está traduciendo otro texto que, a su vez, dice (también de manera inexacta) que está leyendo y traduciendo a Jerónimo. Un lío. Pero es un lío comprensible: Berceo no tiene intención de engañar a su auditorio, sino de simplificar la cosa y decir a su audiencia: lo que vais a oír viene acreditado por el nombre y la autoría de una de las personas más importantes dentro de la historia del cristianismo, el traductor de la Biblia y teólogo Jerónimo de Estridón, o san Jerónimo (foto del mismo con su fiel león retratado por Leonardo da Vinci en la imagen adjunta). En otras palabras, Berceo quiere que se sepa que lo que va a decir es el fruto de una investigación minuciosa, en la que la cadena de “peer review” más o menos ha funcionado bien, y que parte, en todo caso, del texto hebreo de la Biblia.
Eso quiere decir también que lo que va a contar ahora no está en relación con el Apocalipsis de san Juan, o, dicho de otro modo, no es parte del Nuevo Testamento cristiano, sino que forma parte de los aparatos proféticos contenidos en la Biblia Hebrea, considerada por los cristianos el Antiguo Testamento –y que, por su parte, prefigura o anuncia el Nuevo Testamento.
¿Son estos signos de los que va a hablar una especie de mero registro profético? No exactamente: lo que está profetizado sucederá, pero eso no quiere decir que no podamos hacer nada para el resultado del juicio final sea mejor individual y colectivamente:
- “Por esso lo escripso el varón acordado,
- que se tema el Pueblo, que anda desvïado,
- mejore en costumnes, faga a Dios pagado,
- que non sea de Christo estonz desemparado.” (estrofa 4)
Analizad, sobre todo, los versos de las estrofas 71–77. Allí está el significado del juicio en sí mismo, y la necesidad de autoanálisis, de auto-examen, que conducirá, acaso, a evitar los castigos o las penalidades de una existencia en la que precisamente faltó el auto-examen. Por supuesto, la de Berceo es una perspectiva cristiana, una forma muy específica del auto examen, de dar cuenta de sí mismo, pero es también la de alguien que habla como contemporáneo a sus contemporáneas y contemporáneos, y que pone ante sus ojos signos, símbolos, síntomas que no solamente forman parte del imaginario mental, sino también del imaginario arquitectónico, pictórico, escultórico, como demostró Thomas Capuano en uno de los estudios más importantes sobre el tema (pdf adjunto).
La obra de Berceo no está muy estudiada. La bibliografía no es extensa, y en cierto sentido es muy detallista, pero merece la pena prestarle atención y hacerse la pregunta: ¿qué es lo que merecería la pena saber acerca de esta obra?