Cristina Morales
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Por Aurélie Vialette
Una termina Lectura fácil con ganas de volver a empezar. Sería difícil decir qué es lo que está más logrado en la novela de Cristina Morales. Me quedo con el fanzine, primero. Y después, diría, con el acceso libre al mundo de los personajes, a sus pensamientos, y, sobre todo, a sus opiniones sobre el mundo que les rodea: desde los debates en el Ateneo anarquista de Sants sobre la okupación de Marga hasta los orgasmos de Nati en el baño de los multicines, pasando por las declaraciones de Patri delante de la jueza y la novela de Àngels, quien escribe la historia de su vida en el whatsapp con el método de lectura fácil. También entre lo más logrado está la libertad que tiene la lectora frente a ese mundo, porque Morales no le dice lo que tiene que pensar, de la misma manera que no se dobla a ningún tipo de censura cuando hablan los personajes o cuando se describe la historia que viven. De hecho, dentro de los procesos de liberación de los que habla la novela se debe incluir el acto de leer.
Lectura fácil abre con dos referencias, la primera a Amador Cernuda Lago, investigador en psicología de la danza y la segunda a María Galindo, filósofa y activista feminista. La danza, como lugar desde el cual el cuerpo se libera y desde donde poner en práctica un cuestionamiento del sometimiento, es uno de los ejes de la novela. Otro hilo vertebral es la política normalizadora, criticada por Galindo desde el feminismo en varios de sus textos. Por ejemplo, al principio del libro co-escrito con Sonia Sánchez Ninguna mujer nace para puta, Galindo habla de las políticas normalizadoras sobre la prostitución en términos de banalización. Critica esta “insoportable banalización” a partir de la cual los organismos internacionales a cargo de políticas sociales desarrollan lo que ella llama políticas de maquillaje. Las políticas de maquillaje son las que excluyen y violentan a ciertos ciudadanos, entre ellos las prostitutas, cuya existencia se ve sin valor: el resultado es un desentendimiento político, que conduce a la invisibilidad de estos ciudadanos.
Morales dialoga con la noción de política de maquillaje de Galindo, critica la norma, y teoriza sobre la misma —a pesar de, o quizá gracias al hecho de, proponer lo que llama un texto antiretórico. Lo hace dando protagonismo a los que no lo suelen tener y dejándoles expresarse sin tabúes para revelar la complejidad de sus pensamientos. Uno de los presupuestos de la norma, en la cual la política de maquillaje se hace presente, es que las personas con diversidad intelectual no pueden percibir los contrastes del mundo que les rodea ni pueden tener agencia propia. Lo prueba una de las escenas finales del texto en la que el Estado (la policía en este caso) entra en el piso okupado por Marga pensando que ella y Nati fueron secuestradas por unos okupas —les parece imposible que estas dos personas discapacitadas puedan emprender una acción política como la okupación con el fin de independizarse. Una de las cuestiones sobre las que nos hace reflexionar este texto tiene que ver con la violencia del estado hacia los cuerpos. En particular, la novela pone nombre a los distintos modos de sometimiento en los que el Estado tiene a las personas funcionalmente diversas. Este sometimiento se hace explícito con los cuatro personajes principales, Nati, Patri, Marga y Àngels, que representan cuatro experiencias distintas de búsqueda de expresión y supervivencia en un mundo donde las políticas de control disciplinario se distribuyen rizomáticamente.
En Lectura fácil, por tanto, son los personajes diversos los que establecen una crítica feroz de la sociedad neoliberal y de los modos a través de los cuales el Estado patriarcal macho-facho interviene en los cuerpos de los ciudadanos. Son los únicos personajes que emprenden procesos de liberación, mientras todos los demás parecen contentarse con los roles establecidos por la norma en la que evolucionan y a la que encuentran justificación. Se podrían dar mil ejemplos —o citar la novela entera— para ilustrar esta idea. Daré uno, que tiene que ver con la politización de Nati y con lo que significa estar politizado. A la pregunta que le hace Nati a Marga cuando ésta le cuenta que se mete en contenedores de basura para recoger la comida que tiran los supermercados, Marga contesta: “No menos asqueroso que tener que hacer cola para pagar en el supermercado.” A lo cual Nati le responde
“Es esa respuesta tuya sobre la asquerosidad y el supermercado. Ha sido un puñetazo en mi boca burguesa al que yo he de responder dándote un beso en la boca con mi boca por ti ensangrentada. Esa es una respuesta politizada que a mí me politiza, que me hace salir de tu casa distinta a como entré … hay politizaciones drásticas como esta, en la que una hace una pregunta motivada por el capital y la otra le responde con una verdad anarquista. Solo una macha-facha-neoliberal saldría ilesa de ella y dejaría de darle la razón a quien tiene la realidad, y no la ideología, de su lado.”
Los personajes tienen conciencia del control que imponen las estructuras sociales en las que viven y perciben cómo se construye la hegemonía —una palabra que, por supuesto, no aparece como tal en la novela. Ser macha-facha-neoliberal es no darse cuenta del disciplinamiento de los cuerpos por parte del Estado patriarcal, no poner en cuestión la ideología y, por tanto, no entender la necesidad de liberación. Los procesos de liberación en el texto están enfocados desde la perspectiva siguiente: ¿cómo se justifica la política según la cual algunos ciudadanos se consideran incapaces y, por tanto, ven restringida su libertad de acción? La novela desmonta uno a uno, con un humor muchas veces sangriento, los presupuestos que dividen a lo seres humanos según su grado de capacidad, y en particular el grado de sumisión al que se ven afectadas las mujeres con diversidad intelectual —y, dado que nuestro encuentro se da dentro del marco de un taller teórico, insistiría en la noción de interseccionalidad que atraviesa la novela.
Dentro de las estrategias de control de los cuerpos diversos por parte del Estado patriarcal se encuentran las prácticas de esterilización, muy extendidas y de las que nadie suele hablar. La trama de la novela gira en parte entorno al proceso de esterilización forzada de Marga, una analfabeta discapacitada e incapacitada. Este tema le permite a Morales plantear una nueva cuestión: ya no interesa quien puede o no tener hijos —es decir la preocupación no es la de la fertilidad o esterilidad de una mujer— sino a quien da el Estado la capacidad de poder engendrar hijos, es decir, engendrar la nación. Paul B. Preciado en una columna titulada “Déclarer la grève de l’utérus” publicada el 17 de enero de 2014 en Libération, explicaba la apropiación política y económica del útero para uso público:
“Cavité potentiellement gestatrice, l’utérus n’est pas un organe privé, mais un espace public que se disputent pouvoirs religieux et politiques, industries médicales, pharmaceutiques et agroalimentaires. Chaque femme porte en elle un laboratoire de l’État-nation, et c’est de sa gestion que dépend la pureté de l’ethnie nationale.”
La esterilización de Marga por su hipersexualidad es la última opción que encuentra el Estado para intervenir sobre un cuerpo que había conseguido su emancipación sexual. Es más, esta emancipación en Marga es doble, ya que el personaje, además de la práctica, había accedido al lenguaje del sexo. De la lectura surgen preguntas desestabilizadoras sobre el sexo y la discapacitación para una sociedad normalizadora que censura la sexualidad de las personas con diversidad funcional (aunque no sólo). La libertad de Marga se considera aberrante en el sistema normalizador patriarcal en el que el sexo tiene que practicarse en espacios definidos y de forma medida. Al cortarle la capacidad reproductora a Marga, el Estado cree protegerse de lo que ve como una amenaza para la construcción nacional en la que todos deberían reconocerse dentro de los patrones normativos. Sin embargo, Patri percibe la manera en que el cuerpo de Marga entra en los sistemas de representación capitalista, con ese proceso de esterilización, y se lo dice a la jueza:
“¿Que ahora resulta que la Marga en vez de 66 tiene un 86 % de minusvalía porque no se puede preñar? … ¿Que se le hace el nuevo examen de minusvalía y … entonces hay que «discapacitarle» o «diversificarle» el «chirri»? ¡Pues se le discapacita, se le diversifica y «pa» su casa con doscientos euros más de pensión al mes!”
Al cuerpo discapacitado de Marga se le transforma en objeto de la sociedad neoliberal heteronormativa al ponerle precio público, pues se le asigna una pensión, en vez de aplicarle lo que se supone debería ser un pilar de la identidad democrática: los derechos sociales que le corresponden en tanto que ciudadana. Con ello, Morales pregunta directamente el por qué se considera que algunos seres humanos no son suficientemente nobles como para poder tener descendencia, lo cual revela una política de eugenesia encubierta.
El enfoque en el tema de la peligrosidad de la reproducción de las mujeres consideradas cognitivamente diversas no es frecuente. Aún así, desde la literatura, pienso en la crítica que le hace al Estado burgués Emilia Pardo Bazán con su personaje Leliña (personaje que da título al cuento), una chica pobre, vagabunda, que todos infantilizan y consideran “idiota desde el nacer, tonta, boba, lela, ‘leliña’.” Sin embargo y a pesar de su exclusión social, acaba por convertirse en la encarnación de la maternidad perfecta, simbiótica, para gran sorpresa del personaje de la burguesa, que es estéril, cuyo marido reacciona a la noticia del embarazo de Leliña de la siguiente manera “¡Si no se comprende! ¡Si no cabe en cabeza humana!… ¡La idiota! ¡La lela!”. Sin embargo, la inclusión de personas diversas en la cultura, y no digamos como protagonistas, es algo muy poco frecuente, por no decir ausente. Y cuando ocurre, da una representación heteropartriacal macha-facha de la diversidad, como nos los hace saber Morales con el fanzine —a eso llegaré en un instante.
La norma, en todos sus sentidos y aplicaciones, es una de las pistas de reflexión que nos ofrece Lectura fácil. Al nombrar el tipo de violencia que el Estado patriarcal neoliberal puede hacerle al cuerpo de la mujer, y al hacer explícita la forma en que se establece y se sostiene esta violencia, la novela le da visibilidad, le pone nombre, y, es más, propone un espacio a partir del cual emprender una acción difícil: hablar de temas que tenemos automatizados en nuestro comportamiento diario, o que directamente no queremos ver. Y es así, Cristina Morales somete a crítica teórica, por reducción al absurdo, la construcción de los discursos normalizadores y de muchas corrientes de pensamiento. Esta ridiculización por momentos transforma la risa en verdaderas carcajadas, porque la escritora saca de cada discurso sus fallos más absurdos: Patri le dice a Marga:
“«porque el principal punto en contra de tu lista es que sales a la calle a plena luz del día como una “buscona”, que te trae la policía por escándalo público y que te metes en casa a desconocidos, lo mismo que una “prostiputa” pero sin cobrarles.» «¿Y punto a favor sería si les cobrara?», preguntó la Nati con toda la mala leche de retrasada que Dios le ha dado.”
Los personajes de Lectura fácil hacen preguntas difíciles de contestar. Preguntas éticas, preguntas que echan luz de la manera más evidente sobre las grandes contradicciones de los movimientos ideológicos que nos rodean y nos forman como ciudadanos. Algunas escenas con personajes de la CUP son para explotar de la risa, y entran en contraste con la politización de Nati, que sí parece surgir de una autenticidad deslumbrante. Son personajes que no se casan con nadie, ni con el feminismo, ni con el arte (especialmente el arte políticamente correcto), ni con las tentativas del mundo de la discapacitación por crear representaciones de sí mismo en el mundo normalizado. La crítica más feroz de Morales en este sentido se encuentre en el fanzine, vertebra teórica la novela, con el ejemplo de Pablo Pineda. Pineda escribió el libro Niños con capacidades especiales: Manual para padres y protagonizó la película “Yo también,” ganadora de varios premios cinematográficos. Morales pone en evidencia que el provenir del mundo mismo de la diversidad intelectual no inmuniza contra el machismo —el fanzine revela que Pineda es el mayor representante del discurso macho facho. En particular, la escritora plantea la problemática representación de la sexualidad y la discapacidad en la película, que no enseña otra cosa que una emancipación del hombre discapacitado a costa de la sumisión de la mujer. Por ello, no es ni mucho menos una coincidencia que Lectura fácil abra con una cita de María Galindo, cuya afirmación rotunda del ser en femenino, independiente (“la puta es mi madre /… la puta es mi hermana / … la puta soy yo /… soy mujer / soy lesbiana / soy india, soy madre /… soy discapacitada, / soy blanca / soy morena / soy pobre”) se sobrepone al manifiesto rechazo de la dependencia en la portada del libro, carente de verbo “Ni amo, ni dios, ni marido, ni partido, ni de fútbol.” Es el rechazo de los vínculos impuestos por las relaciones sociales, la familia, la religión, la política, y la economía cultural.
Lectura fácil nos ofrece una crítica de la patologización de la diferencia. Convendría mencionar, para terminar, el invento del síndrome de las compuertas, del que padece Nati, y que es un mecanismo revelador de la violencia de lenguaje, de la violencia sistémica y real hacia la diferencia. En Lectura fácil, la diferencia se enseña como compleja, y se desarman las representaciones que se han podido hacer de ella hasta ahora. Las personas diversas, en el mundo de Morales, son las que dicen la verdad, son las que complejizan las relaciones sociopolíticas, son las que nos hacen ver lo absurdos que son nuestros modos de vida y de pensamiento. Y nadie sale ileso.