El retrato de Pero Niño de Guevara es una pieza engañosa de la rep­re­sentación del poder. Su inmensa pres­encia pare­cería la de otros car­de­nales e inquisidores retratados por numerosos pin­tores. Pensemos en el Papa Inocencio X pintado por Velázquez, y luego rein­ter­pretado una y mil veces –en torno a cin­cuenta, para ser pre­cisos– por Francis Bacon.

En la obra de Velázquez el papa tiene su carta (¿qué con­tiene la carta?) en la mano, como osten­tando clara­mente un poder que le es único. Pero, ¿le es real­mente único? ¿No es, en realidad, una estrategia más de los abso­lutismos del poder político en la Europa de los siglos XVIXVII? ¿Qué es lo que encubre esta focal­ización del poder sim­bólico sobre una sola persona, una sola pieza del entramado del absolutismo?

La per­spectiva histórica de García Cárcel y Doris Moreno es, por así decir, fun­cionarial. Parece como si la inquisición no fuera más que una carrera pro­fe­sional o una serie de car­reras pro­fe­sionales dentro del espectro de tra­bajos posibles en los siglos XVIXVII. ¿Es, tal vez, que nuestra cultura con­tem­poránea ha nat­u­ral­izado tanto las formas de la represión que ya es incapaz de ver la excep­cionalidad de este tipo de “car­reras”? ¿No es cierto que no podría existir el abso­lutismo sin la anu­encia general de lo que Daniel Jonah Gold­hagen llamaba the willing exe­cu­tioners –se puede tra­ducir por “los ver­dugos vol­un­tarios” (cf. Gold­hagen, Hitler’s Willing Exe­cu­tioners: Ordinary Germans and the Holo­caust? ¿No sería más razonable pensar que la ver­ti­calidad de la inquisición reside, de hecho, en su horizontalidad?

En este sentido, ¿cómo podemos replantear, por ejemplo, en la novela de Dos­toyevsky, la reacción algo mansa de las masas pop­u­lares ante la segunda venida de Cristo, con respecto al carácter que mantiene el Gran Inquisidor? ¿Cuál es el problema y la tesis que Ivan Karamázov quiere argu­mentar en su poema ante su hermano ‑que quiere seguir la carrera eclesiástica?