Verdugos voluntarios
By Jesús R. Velasco | Published on April 2, 2020
El retrato de Pero Niño de Guevara es una pieza engañosa de la representación del poder. Su inmensa presencia parecería la de otros cardenales e inquisidores retratados por numerosos pintores. Pensemos en el Papa Inocencio X pintado por Velázquez, y luego reinterpretado una y mil veces –en torno a cincuenta, para ser precisos– por Francis Bacon.
En la obra de Velázquez el papa tiene su carta (¿qué contiene la carta?) en la mano, como ostentando claramente un poder que le es único. Pero, ¿le es realmente único? ¿No es, en realidad, una estrategia más de los absolutismos del poder político en la Europa de los siglos XVI y XVII? ¿Qué es lo que encubre esta focalización del poder simbólico sobre una sola persona, una sola pieza del entramado del absolutismo?
La perspectiva histórica de García Cárcel y Doris Moreno es, por así decir, funcionarial. Parece como si la inquisición no fuera más que una carrera profesional o una serie de carreras profesionales dentro del espectro de trabajos posibles en los siglos XVI y XVII. ¿Es, tal vez, que nuestra cultura contemporánea ha naturalizado tanto las formas de la represión que ya es incapaz de ver la excepcionalidad de este tipo de “carreras”? ¿No es cierto que no podría existir el absolutismo sin la anuencia general de lo que Daniel Jonah Goldhagen llamaba the willing executioners –se puede traducir por “los verdugos voluntarios” (cf. Goldhagen, Hitler’s Willing Executioners: Ordinary Germans and the Holocaust? ¿No sería más razonable pensar que la verticalidad de la inquisición reside, de hecho, en su horizontalidad?
En este sentido, ¿cómo podemos replantear, por ejemplo, en la novela de Dostoyevsky, la reacción algo mansa de las masas populares ante la segunda venida de Cristo, con respecto al carácter que mantiene el Gran Inquisidor? ¿Cuál es el problema y la tesis que Ivan Karamázov quiere argumentar en su poema ante su hermano ‑que quiere seguir la carrera eclesiástica?