Estamos leyendo este texto en inglés. Fue escrito orig­i­nal­mente en latín, la lengua “oficial” del imperio visigótico en His­pania. Los mapas adjuntos dan una idea de cómo era el imperio his­pánico visigodo en 560 (con la provincia bizantina de Spania en color verde) y en 700 (todo en rojo, con las dis­tintas demar­ca­ciones provin­ciales). Se trata de un imperio cre­ciente, que entre los reinados de Chin­dasvinto y su hijo Recesvinto (en vida de Julián de Toledo, pues) desar­rolla una de las más intere­santes com­pi­la­ciones jurídicas de la his­toria, el llamado Liber Iudi­ciorum o Lex Visig­othorum –tra­ducido al castellano con grandes mod­i­fi­ca­ciones en 1241 con el título de Fuero juzgo.

¿Qué es lo que le pre­ocupa a Julián en este texto sobre la muerte, el fin del mundo y el juicio final? Fun­da­men­tal­mente lo que le importa es aclarar con­ceptos doc­tri­nales, establecer con claridad cuál es el conocimiento cierto acerca de cues­tiones cen­trales: ¿Qué es la muerte? ¿Cómo aparece la muerte en la escena de la humanidad? ¿Cuántos tipos de muerte hay? ¿Se separan el cuerpo y el alma en el momento de la muerte? ¿Sufre penal­i­dades el alma como si fuera un cuerpo? ¿Qué es el paraíso y cuántos tipos de paraíso hay? Lo mismo con el infierno –y allí subraya la idea de que hay un infierno en la tierra, lo que nos hace pensar en la frase más famosa de Sartre en su obra Huis Clos, “l’enfer, c’est les autres” (el infierno son los demás). ¿Sabremos cuándo vamos a morir?  ¿Cómo serán nue­stros cuerpos en el momento de la resurrección?

Julián con­testa con detalle a todas estas cues­tiones, porque son cues­tiones cen­trales para la unifi­cación de la doc­trina cris­tiana en uno de los momentos de mayor extensión del imperio visigodo y en uno de los momentos en que la doc­trina del arzo­bispo de Toledo (Julián) debe oponerse a creencias difer­entes, con­sid­eradas het­ero­doxas o heréticas. Julián es una de las armas de la orto­doxia, porque la orto­doxia, la unidad de conocimiento, la unidad de opinión acerca de la relación entre teología y política es una de las armas más poderosas de un estado centralizado.