Si miráis con atención el impreso original del bando de expulsión de los Moriscos del reino de Valencia, obser­varéis que al final el día de la fecha ha sido dejado en blanco por el impresor, para ser rel­lenado a mano en el momento indicado. El impreso lleva tiempo, no lo imprime una impresora láser sino una imprenta manual de tipos móviles. Además, se trata de un bando, es decir un anuncio público de un decreto y de las instruc­ciones para llevar a cabo las exi­gencias de tal decreto. Lo único que estaba claro es que el bando habría de pub­li­carse en sep­tiembre de 1609, pero el día estaba por deter­minar. Al escribir ese 22 en el espacio en blanco, se produce una de las man­i­festa­ciones de la magia jurídica: algo entra en vigor, y, a partir de ese día, sólo quedan tres. En tres días, dentro de los tres días pos­te­riores a la escritura man­u­scrita de ese 22 a mano y con tinta, los moriscos del reino de Valencia han de volver a sus hogares, recoger sus cosas y, sigu­iendo las instruc­ciones detal­ladas, diri­girse a los puertos donde les esperan las embar­ca­ciones para trans­portarlos a Berbería, un lugar en el que no han estado nunca, que posi­ble­mente no conocen, y que, de hecho, no parece tampoco un lugar preciso, sino a una región bien amplia y difer­en­ciada.

Eso es porque una mano escribe ese 22.

Digresión poética. Un recuerdo de un poema de Dylan Thomas que llevo en la memoria desde hace muchos años:

  • The hand that signed the paper felled a city;
  • Five sov­ereign fingers taxed the breath,
  • Doubled the globe of dead and halved a country;
  • These five kings did a king to death.
  •  
  • The mighty hand leads to a sloping shoulder,
  • The finger joints are cramped with chalk;
  • A goose’s quill has put an end to murder
  • That put an end to talk.
  •  
  • The hand that signed the treaty bred a fever,
  • And famine grew, and locusts came;
  • Great is the hand the holds dominion over
  • Man by a scribbled name.
  •  
  • The five kings count the dead but do not soften
  • The crusted wound nor pat the brow;
  • A hand rules pity as a hand rules heaven;
  • Hands have no tears to flow.

Fin de la digresión poética. Volvamos a esa mano que en un momento de extrema servidumbre a los derechos necrop­olíticos que se arroga el rey, escribe con su propia mano 22.

El bando dice tantas cosas que una sola persona no podría some­terlas a comen­tario y teorización una por una. Pero hay algunas que quiero sub­rayar, no porque sean quizá las más impor­tantes (la más impor­tante es esos tres días de plazo, un plazo imposible, un plazo de una infinita cru­eldad), pero que nos hacen ver el min­u­cioso detalle con que se planea una expulsión.

Segu­ra­mente vosotras, vosotros, vosotres, podáis encontrar otros puntos para la reflexión.

Herejes após­tatas

El rey Felipe tiene de su lado no sola­mente el poder monárquico absoluto, sino el poder de escuchar la voz de dios. Un dios que le dice que puede llevar a cabo el castigo que está planeando –la expulsión de los moriscos– sin temer por su propia vida de ultra­tumba, sino más bien con la seguridad de que lo que hace es lo cor­recto en tér­minos tanto políticos como teológicos. Sim­ple­mente porque, a partir de este bando, el rey puede deter­minar y determina que los moriscos son ni más ni menos que herejes apóstatas.

Esos con­ceptos son cen­trales porque mov­i­lizan el saber-poder inquisi­torial. La con­versión de los moriscos ha sido una lucha baldía. Ahora por fin pueden ser con­sid­erados herejes, y en par­ticular após­tatas. La palabra es un tec­ni­cismo ecle­siástico para des­ignar a aquellas per­sonas que aban­donan vol­un­tari­a­mente una religión, una fe, que deciden que no creen en algo y lo expresan vol­un­tari­a­mente de alguna manera. En latín no ecle­siástico tenía la marca neg­ativa de referirse a una mala persona, a un sedi­cioso, a un desertor. La palabra, sin embargo, procede del griego, lengua en la que no sola­mente se refiere al desertor o sedi­cioso, sino también al esclavo que huye. Todas esas marcas se han ido acu­mu­lando a lo largo de la his­toria a los pies de la idea de apostasía.

Los moriscos quedan así mar­cados no sola­mente como refrac­tarios a la con­versión, sino, algo peor, como aquellos que, habiendo sigo con­ver­tidos, rec­hazan expre­sa­mente –por medios diversos, incluida la rebelión armada en algunos momentos como el del lev­an­tamiento de las Alpu­jarras– ser gob­er­nados de esta manera. El soberano,  un rey con poderes políticos y teológicos, no puede tolerar ni una sola forma de crítica, de deseo de no ser gob­ernado de esta manera, y sim­ple­mente procede a la depu­ración con los instru­mentos del saber-poder inquisi­torial y los poderes mate­riales del brazo secular.

Economía Política

¿Qué sucederá con las propiedades y las explota­ciones rurales de los moriscos? Esa es una de las pre­ocu­pa­ciones más mar­cadas de este bando de expulsión. Hasta tal punto, que hace excep­ciones notorias para ase­gu­rarse de que propiedades y explota­ciones puedan no sólo man­tenerse, sino que el saber que viene aso­ciado a su explotación específica pueda trans­mi­tirse oral­mente entre los que des­ocupan y los nuevos ocupantes.

Ir y venir

El conocimiento oral es central en este bando. La con­tinuidad de este conocimiento, y en par­ticular el conocimiento de una ficción: la ficción de que los moriscos no van a recibir daño alguno en el proceso de expulsión ni en su nuevo destino en Berbería. Como si el desplaza­miento, la despos­esión, la per­se­cución no fueran un daño.

Para ase­gu­rarse de que este conocimiento oral es con­tinuo, el bando establece cómo se han de hacer los viajes: de entre los que van, algunos tienen que volver para explicar a los sigu­ientes pasajeros cómo es el trayecto y cómo es el destino. Tienen que servir de tes­tigos de que la vida con­tinúa, de que sus cuerpos no van a recibir daños, de que mirad, nosotros fuimos y estamos sanos y salvos y aquí volvemos para que lo veáis con vue­stros propios ojos, ahora venir con nosotros, a Berbería.

Final, que es el principio

Como veis, el texto es una mina para com­prender el detalle con que se con­struye la política y la teología, la biopolítica y la necrop­olítica, en el imperio ibérico. Leed con el mismo detalle con que ha sido escrito, porque en las min­ucias de las instruc­ciones de expulsión es donde está el abismo del poder soberano inquisitorial.